Bloomsday, un homenaje centenario al Ulises de Joyce
Son las 8 de la mañana del 16 de junio de 1904. Dublín comienza a despertarse mientras Leopold Bloom se dirige a la puerta del número 7 de la calle Eccles. Le prepara y lleva el desayuno a su mujer, Molly, lee la carta de su hija Milly, y acto seguido sale de la casa para dirigirse furtivamente a la oficina de correos.
Así comienza el episodio 4 del Ulises de James Joyce, la obra maestra de la literatura irlandesa y para muchos, muchísimos, la mejor novela escrita en lengua inglesa en todo el siglo XX. Aquella obra fue publicada por Joyce en el año 1922, apareció por primera vez en París y fue editada solo para suscriptores de la Shakespeare & Co.
Fueron ocho años de arduo trabajo lo que le costó terminarla, y en sus primeros años hubo de soportar no solo halagos por su maestría, sino también numerosas críticas en una sociedad por aquel entonces rota por los continuos conflictos con los ingleses.
Quizás fueran las numerosas críticas sociales aparecidas los que la ayudaran a formar esa aura de misticismo romántico que tiene esta ya inmortal obra. Quizás fuera su peculiar estilo narrativo capaz de romper con los moldes literarios impuestos hasta entonces. O su perfecta descripción de la Dublín de hace cien años. O quizás el compendio de todo ello.
Sea como fuera, «Ulises» es una auténtica prueba de virtuosismo literario capaz de conjuntar lo sencillo con lo complejo y de volver vívidas las sensaciones que el autor quiere describir no solo de su protagonista, Leopold Bloom, sino de su Dublín natal.
Pasearse por las más de setecientas páginas de esta enorme (en todo los sentidos) obra de James Joyce es recorrer las calles de Dublín, y hacerlo como si tus pasos te encaminaran hasta un siglo atrás. Como dicen algunos críticos, algo comparable a vivir el Londres que tan bien supo describir Dickens en sus obras o al París de Honoré de Balzac.
¿16 de junio? os preguntaréis el por qué de ese día. Dicen que tras esta colosal obra, en el fondo, se esconde parte de la historia propia del autor. Un 16 de junio, como aquel día del libro, fue cuando James Joyce conoció a la que fue su gran amor, su mujer, Nora.
¿Ulises? otra pregunta que surge del título de un libro que a fin de cuentas nos narra la odisea de un personaje normal y corriente en un día normal y corriente de su vida; un simbolismo homérico con Odiseo transformado en Bloom, Telémaco en Stephen Dedalus y Penélope en Molly. Aquella odisea por las calles de Dublín acabó insertada a fuego en la conciencia de los dublineses tan apegados ellos a sus costumbres y tan defensores como son de sus tradiciones.
Cien años después los dublineses, a las 8 de la mañana del 16 de junio (de cada 16 de junio) esperan a la puerta del número 7 de Eccles (aunque hoy día ya no exista ese número sí que hay una placa que lo recuerda) dispuestos a andar, con el «Ulises» en la mano, ese mismo trayecto de 18 horas que hizo Bloom.
Calle tras calles, plaza a plaza, rincón por rincón, el libro se desgrana con pasajes, con historias, con lecturas improvisadas que hacen de Dublín, ese día, el más especial del año, el día en que todos los que aman o desean conocer el verdadero corazón dublinés deberían estar.
Fiestas, celebraciones en los barrios o conciertos, serán puntos de encuentros, como lo es (también debe serlo) el James Joyce Centre, museo dedicado al escritor y lugar de partida de otros tantos tours literarios.
Hoy se conmemora el centenario de aquel histórico paseo de Leopold Bloom. Hoy es el día en que se conmemora aquel ejercicio de incontinencia verbal y filosófica de James Joyce. Hoy es el Bloomsday, la fiesta más popular en Dublín.
Como dijo alguien hace tiempo: «Hay dos tipos de personas: los que leyeron el Ulises y los que no».
Bienvenidos a Dublín. Bienvenidos al Bloomsday.
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