Comer en Dublin: gastronomía local
Irish Stew
La gastronomía dublinesa es contundente y exquisita. Iba con la idea de encontrarme una cocina de poca variedad local, al estilo londinense, donde la cocina internacional se antepone a la inglesa propiamente dicha. Sin embargo, por contra, Dublín es una ciudad que se muestra orgullosa de ofrecer platos muy tradicionales. No podía ser de otro modo en un país que defiende a ultranza sus viejas costumbres y su pasado gaélico. Muchos de esos platos tienen su propia historia, como el Irish Stew, una especie de guiso de carne que fue especialmente preparado en la trágica época de la hambruna irlandesa entre los años 1845 y 1849.
Los guisos y los pescados son especialmente ricos sobre todo por sus ingredientes, naturales y muy frescos. Siendo como son marineros y contando con tantos pueblos y ciudades de pescadores, la pesca suministra el suficiente producto como para que su cocina se caracterice por el uso de salmones, truchas y bacalao, y de algunos mariscos y crustáceos como las cigalas, ostras y mejillones. Por otro lado, la patata es un ingrediente básico que se encuentra en una buena parte de sus recetas más tradicionales.
Pero habríamos de comenzar por el primer plato del día, el del desayuno, porque la mentalidad británica lleva a degustar una buena comida a primera hora del día que sea, sobre todo, energética y con calorías para aguantar bien el día más cuando los irlandeses han sido históricamente gentes de campo, dedicados a la agricultura y la ganadería; gente que salían a trabajar muy temprano y que, por eso, habían de empezar el día bien alimentados.
El desayuno irlandés típico, el irish breakfast, hará las delicias de todo aquel que guste de comer bien. Por lo general cuenta con huevos fritos, bacon bien tostado, judías, morcilla y queso. Todo ello acompañado de panes variados y buen café (hablando de café, y como nota para los muy cafeteros, lo suelen servir sólo, y si lo pedís con leche, os lo servirán con leche fría. El café no suele ser demasiado bueno por lo que os recomiendo pedirlo con leche caliente).
El desayuno suelen servirlo entre las 7 y las 10 de la mañana, aunque también hay sitios con all-day breakfast; es decir, donde podréis pedir un desayuno irlandés a cualquier hora del día. Por su parte, el almuerzo suelen tomarlo entre las 12 y las 14 h. o como muy tarde, hasta las 15 h. Por su parte, la cena la sirve desde ya las 18 h. de la tarde y hasta las 22 h. más o menos. Eso sí, no encontraréis problemas para comer a alguna otra hora, aunque ya no restaurantes propiamente dichos, sino pubs y algún otro tipo de locales, donde ahí sí, podéis pedir comidas tradicionales.
Como decía anteriormente, la patata, por tradición, es la reina de los platos irlandeses. Os la podéis encontrar en muchos platos, desde sopas, hasta tartas y pasteles y, claro está, como acompañamiento.
Seafood Chowder
Entre los entrantes os recomiendo encarecidamente que probéis la «seafood chowder«, una sopa de marisco sencillamente exquisita. Es una sopa blanca con mariscos variados pero que suelen ponerla repleta, de modo que, para muchos, con una simple sopa de éstas quedaréis llenos. La sopa suele llevar entre otros almejas, gambas, trozos de salmón y mejillones. También como entrante, o incluso como comida rápida, es muy habitual encontrar los «steak sandwiches«. Fácil de traducir: bocadillos de carne que suelen ir con cebolla crujiente y lechuga. Los sandwiches están muy extendidos en la ciudad, de modo que los hay de varias clases.
Rápido y barato es también el conocidísimo «fish & chips» tan clásico británico. Es decir, pescado rebozado con patatas fritas.
Como plato principal os recomiendo que probéis el más clásico de los platos dublineses: el Irish Stew. Como os mencionaba al principio, esta receta tiene su propia historia. Durante la hambruna de mediados del siglo XIX la economía irlandesa prácticamente se hundió. El recurso de los pobres era el que venía de la misma tierra. Como agricultores y ganaderos que eran habían de buscar el alimento en productos básicos, de modo que lo más barato era hervir agua y en ella cocer patatas, zanahorias y cebolla. Una vez cocido todo echaban en aquellas ollas pedacitos de cordero, y el guiso que quedaba era este Irish Stew que hoy día tanto se come en la capital irlandesa. En muchos lugares ahora ya estradición hervirlo también, aparte de con el agua, con cerveza Guinness, lo que le da un sabor un tanto diferente a cualquier otro cocido. Aunque lo de la pasión por la cerveza Guinness ya lo llevan hasta otros platos, como la propia sopa de marisco antes mencionada.
El cocido dublinés también puede hacerse con salchichas, bacon y patatas quedando así un plato contundente. Precisamente con salchichas de cerdo se hace el coddle.
Los dublineses gustan también del «bacon and cabbage» o codillo de jamón con col y de platos de pescados como el salmón cocinado con una salsa de mantequilla irlandesa y berros, o la trucha y el bacalao. Entre los crustáceos, los «mussels«, mejillones hechos en salsa de verduras.
Para postres encontraréis en todas las cartas las tablas de quesos (sí, ellos la toman al final y no al principio como en España), y es que también son un país con una rica tradición en quesos. En Irlanda tenéis el «carrigaline» (queso elaborado en Cork), el «cooleny» (un queso bastante cremoso hecho en Tipperary), el St. Killian (de Wexford) o el Gubbeen, un queso semicurado, por citar algunos. Junto a las tablas de quesos, los pasteles de quesos que sirven con unas mermeladas de frutas del bosque, las tartas de manzana o el pudín de café irlandés y el «bread & butter puddin» (pastel de pan y mantequilla, literalmente).
Por último, y a cualquier hora del día, para acompañar al café, por qué no probar los «scons» calientes, unos pastelitos o bollitos rellenos de nata o manteca y con mermelada de frutillas.
Para beber no cabe mucha variedad. No hay vinos locales. y de haberlos, son escasos y de baja calidad. A fin de cuentas, Irlanda, el país de la Guinness, es un país de cerveceros. De modo que la bebida nacional, sin contar el whisky, es la cerveza.
Una última recomendación que para mí fue un descubrimiento y probablemente para los dublineses sea lo más normal del mundo. En algunos puestos callejeros te hacen y venden calentitos, en un cartucho de papel, unas rosquillas muy simples pero deliciosas que vienen de maravilla para quitarte el frío que a veces hace por la calle. Por sólo 0,60 € cada una, te las venden con chocolate, con nata o simples, sin más ingredientes.
Un descubrimiento. Como tantos otros que hice en Dublín. Pero he de afirmar con rotundidad que la gastronomía dublinesa me sorprendió. Y gratamente.
Categorias: Gastronomía